- "No. El pupol no.
- No guta pupol".
Decía Santiaguito con su lengua de medio trapo de año-y-medio de edad, mientras arrancaba de la pared la esponja con forma de pulpo pegada a los azulejos que rodean a la bañera, mientras se bañaba con su hermana.
Y no. No le gustaba el pulpo que formaba parte del juego de esponjas con motivos marinos (muy apropiados para el momento del baño) y cuya gracia residía en que, por efecto de la tension superficial, se adherían a los azulejos humedecidos de la bañera. Y si los pegábamos, él, se levantaba, cruzaba la bañera y retiraba la esponja con forma de pulpo, mientras insistía:
- No, el pupol, no.
- No guta pupol